ELOGIO DEL INCONFORMISTA Por Angel Maldonado Acevedo Los
conformistas tienen su cielo en la tierra: sus vidas flotan sobre los
tiempos malos y ante la catástrofe acabada de suceder piensan que pudo
haber sido peor. La
conformidad pisa siempre terreno seguro, aunque transite por horrosos
pantanos: acepta tormentas con calma inverosímil y se plantea que los
mejores tiempos están siempre por venir. Lo difícil es
ser inconforme. El inconformista es, de primer plano, tildado de mal
agradecido, de inadaptado. Se
le adjudican, sin muchos miramientos, todos los síntomas de la peor
enfermedad, que es la
ingratitud. Su vida oscila
entre asechos de desprecios y la soledad que significa andar siempre por
caminos desatendidos. Vivir
en la inconformidad es asegurarse de que nada sea cierto, proclamar
temprano cada mañana las grandes brechas abiertas a la decepción. Los
inconformes caminan con la herramienta de la duda, destapando ollas de
podredumbre y pulsando su lira de aguafiestas. Son, en definitiva, juglares de la
peor profecía. Cuando los
conformes están listos para vivir la calma, los inconformes esperan el
desafío de la tormenta, pero tienen la certeza de que la adversidad
reconstruirá su mundo en uno mejor.
Su optimismo les permite allanar todas las situaciones y entender
las fatígas que anidan en las íntimas ligaduras de las comunidades humanas. Sus gestiones arrojan luz sobre
las particularidades y permiten convertir en desecho, basura existencial,
muchas de las rutinas de la vida, mientras con otras se realizan
milagros. En ese sentido el
inconformista lanza una mirada polifacética que todo lo abarca. Su deber es acercarse a todo para
poderlo negar todo. Comprende que
para existir hay que sentir. Si logra
subsistir el diagnóstico de la enfermedad impuesta por su marco social, si
logra convertir en rizas sus
amargas vibraciones de cada día, el inconformista se convierte en el mejor
maestro. El cúmulo de sus
acciones, vistas al trasluz de sus gestas cotidianas, va enhebrando los
códigos del porvenir que a su vez contribuyen a iluminar las preferencias
de todos: conformes e inconformes. Las dudas del
inconforme trazan el mapa de las profecías más tristes y también las de
los más sublímes. Su ejemplo
es una mina inagotable de sabiduría, aunque en determinados momentos ésta
pase por locura. Así ha ocurrido en numerosos ejemplos de la historia que
resulta innecesario mencionar.
Quien mira la
vida desde la óptica de la más obstinada conformidad niega la propia vida
que le impulsa a seguir hacia adelante. Su vida va narrando las líneas
apagadas e intrascendentes de su propio epitafio. El inconformista se
conforma con negarlo todo. En
ese caudal de negaciones erige la soledad de su propio destino, el lugar
donde el uno y el otro se encuentran, curados de espantos y desafíos. (Angel Maldonado
Acevedo) |
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