OCTAVIO PAZ : VUELTA A LA PERSONA
Por ANGEL MALDONADO ACEVEDO

Tomado de Enfocarte

        Hay escritores que continúan ejerciendo gran fascinación sobre nuestra vocación de lectores y hacia quienes volvemos reiteradamente casí por un impulso que se nos hace difícil explicar. Son escritores que se nos imponen y casi nos obligan a hacer nuestros sus planteamientos y sus maneras de indagar la realidad. Siempre volvemos a ellos como una manera de descubrir en sus pasos nuestros propios pasos, y a la vez, redescubrir zonas que antes habíamos creído descubiertas. Algunos de esos escritores tienen la valía de que los acontecimientos van dando sentido, iluminando sus obras. Así, el tiempo va creando hambres infinitas por descifrar el afán que une una obra particular y el tiempo que nos ha tocado vivir y compartir en cierta medida con ese autor. Esto tal vez todavía no conteste la pregunta de por qué volvemos. Pero nos atrevemos a decir que volvemos porque queremos tocar en cada obra de ese autor las claves de la verdad, porque nuestra libertad como lectores nos hace cómplices del milagro que queremos descifrar porque buscamos una afirmación en terreno firme de nuestra precariedad. Tal vez, desde un punto de vista un tanto negativista de nuestra búsqsueda, podemos decir que volvemos porque estamos cansados de buscar claves en otros lugares oscuros y siempre nos hace falta, en un mundo dominado por signos y símbolos que se superimponen hasta el vicio, el manantial humano de una obra, donde lata la persona, el ser humano, nuestro prójimo, cuyo descubrimiento ayude a darle sentido a nuestra propia existencia.

        Por eso resulta siempre un aliento, volver a textos y escritores cuya obra está dirigida al encuentro de ese centro que es la persona humana, único referente de la vida, del cual emanan todas las responsabilidades de nuestra civilización. Uno de esos escritores es Octavio Paz, el ensayista/poeta, y lo señalamos de esa manera porque la obra ensayística de Octavio Paz está indisolublemente atada a su poesía. Podemos decir que es una explicación, un afincarse, por no llamar una extensión, de toda su poesía.

        Si algo nos ha asombrado siempre de los ensayos de Octavio Paz desde que en nuestros años universitarios leímos El Laberinto de La Soledad (1950) y sus primeros textos ensayísticos sobre literatura (El Arco y la Lira, 1956), es las capacidad del escritor mexicano para abordar las sutiles, pero profundas, interrelaciones entre la historia, entendida como tránsito colectivo, y el individuo, entre la civilización y el individuo, entre cultura y persona humana. Una vasta y brillante red de circulaciones, llamó Carlos Fuentes a la obra ensayística de Octavio Paz, en su prólogo a Los signos en rotación y otros ensayos (1971, 1983). Vastedad y brillo son certeramente dos elementos presentes en la obra ensayística de Paz. Vastedad que se dispersa y concentra en el ser humano y su pleno devenir en la historia.

        Esa referencia a la persona humana y su quehacer, llamémosle poesía, pintura, canción, novela, al origen común de la humanidad, y al destino también común, está presente en todos sus textos, desde aquellos que como el Laberinto de la soledad o El ogro filantrópico, tratan aspectos de la sociedad mexicana, hasta en aquellos libros donde Paz intenta descifrar el sentido y la función de la poesía como quehacer humano, como lo son Los hijos del limo (1986) y La otra voz: poesía y fin de siglo (1990). En ambos textos nos asombra la capacidad de Octavio Paz para analizar la obra literaria en el contexto de las continuidades y rupturas de la historia y cómo éstas afectan a la persona humana. El referente continuo de la obra literaria como reflejo del mundo y el ser, y la capacidad de reafirmarse de la persona humana ante ideologías, dogmas e imposiciones que el hombre mismo construye para limitarse o para trascenderse, son signos permanentes de referencia en la obra ensayística de Paz.

        En uno de sus últimas obras publicadas La llama doble: amor y erotismo (1993) Octavio Paz retoma como alegato fundamental de nuestro tiempo esa defensa de la persona humana, a través de la defensa del amor, y del alma como baluartes de la experiencia humana. Paz esboza una historia de las relaciones de amor y erotismo a partir de la filosofía griega, principalmente Platón, pasando por el amor cortesano que floreció en Provenza, en el mediodía francés, en y el siglo XII, el siglo de las Cruzadas. De ahí retoma esa relación en el período del Renacimiento, los filósofos libertarios del siglo XVIII y los románticos del siglo XIX, hasta llegar a nuestro siglo. Dos instancias han marcado la relación amor y erotismo en nuestro siglo y las mismas se han presentado como amenazas: las ideologías totalitarias del nazismo y el comunismo estalinista que intentaron convertir el ser humano en elemento de la raza y de la clase social, y en segundo lugar, el advenimiento de los paradígmas científicos que han intentado hacer del alma humana un elemento del cuerpo, regido por los sistemas neurobiológicos y cuya última consecuencias, la fabricación en serie, la clonación, representan la principal amenzaza sobre el concepto del alma humana y de la civilización occidental tal y como la hemos vivido y conocido. Estamos, pues, como lo diría el propio Paz en un momento de ruptura no sólo histórica sino de ruptura del ser como lo hemos conocido.

        Para Paz no existe ninguna duda de que relación del amor, erotismo, cuerpo y alma ha estado marcada por los fenómenos históricos y sociales. Paz hace una clara distinción entre los dos primeros. Nos dice: "el amor es una atracción hacia una persona única: a un cuerpo y un alma. El amor es elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo - sin esa forma visible que entra por los sentidos - no hay amor, pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en en el alma, al cuerpo, a la persona entera". Componentes que se buscan en la persona que se ama. Desde Platón, nos dice Paz, está esbozada y sistematizada la idea presocrática de la división entre el alma y el cuerpo, siendo un legado platónico que la posteridad ha aceptado y sobre la que convergen el platonismo y el cristianismo.

        Esta dualidad es parte también del desarrollo de las ideas del amor cortesano que adquiere prominencia en el sur de Francia durante la Edad Media y que se dispersa desde allí hacia otras latitudes de la vida cortesana de Europa. La diversidad cultural ocurrida durante el Siglo XII como resultado de el entrecruze de influencias nórdicas y orientales fecundó lo que Paz llama la "primera civilización europea". En el centro de dicha civilización de vida cortesana está el amor cortés que no viene ser otra cosa que una subversión del orden medieval. El trovador se siente atraído por la dama de la nobleza que a la vez que es superior en el orden social, es casada dentro de su propio orden social y el trovador es de un rango social inferior. El amor cortés cantado por los trovadores es, pues una transgresión de un orden social. Es cortés en la medida en que el trovador busca el alma de la amada y tras de ella el cuerpo. Un amor que en famosos casos como el de Abelardo y Eloísa termina en la muerte de ambos amantes. Como señala Paz el amor no vence a la muerte pero la hace parte de la vida al proponer el amor eterno como posibilidad, como transgresión del aquí y el ahora ("el amor no vence a la muerte pero la integra a la vida".) El alma daría continuidad eterna al amor de los cuerpos, los fundiría en epopeya y mito, en trascendencia, contradicción que solamente puede abordar la poesía. La muerte sirve como vínculo de unión de los amantes, sirve como fuerza de gravedad del amor, fuerza que rompe toda diferencia entre amor y erotismo y que nos hacer recordar el famoso soneto de Quevedo ("polvo seré, mas polvo enamorado".

        Las sociedades modernas dieron paso a la escisión entre el amor y el erotismo y cimentaron dicha escisión sobre ideologías totalitarias o basadas en la dispersión del ser humano que hizo del mismo un sujeto enajenado, en términos hegelianos, de su sociedad y su medio. Las fuerzas históricas, llámense revoluciones, ideologías implantadas en representación de ideales, todo lo que lograron fue contribuir a usurpar espacios a la libertad del ser humano, convertir alma y cuerpo en mercancías, mecanismos de producción, atentando así, en nombre del estado o las utopías, contra el centro fundamental de la persona humana. Esos movimientos tuvieron sus momentos más negros en el nazismo hitleriano y en el comunisto staliniano. Ambas instancias han representado en el siglo XX los atentados principales contra la persona humana. Y, ¿qué tiene que ver todo esto con el amor y el erotismo, que es el centro del análisis de este texto de Octavio Paz?

        El análisis de Octavio Paz le ha permitido sacar lecciones de los momentos de ruptura histórica que beneficien al ser humano y le permitan recobrar el camino hacia la integración de su humanidad y el mundo. Algo de eso vimos en Los hijos del limo. Un momento coyuntural ha sido el fin del comunismo que obliga a mirar con mayor rigor los conceptos de la libertad, la justicia y los valores humanos y le permitan al ser humano reflexionar sobre otra coyuntura histórica en la que estamos inmersos al final del siglo y que se caracteriza por la división entre alma y cuerpo, producto del eclipse del alma y la consideración del ser humano de la persona como producto histórico o fabricación de la ciencia. Cuando el alma humana deja de ser producto de la divinidad y se convierte en una construcción separada del cuerpo, la persona entra en el orden de la producción industrial. Se pierde así la persona humana como centro de la civilización, del desarrollo político, al convertirlo en un mero eslabón de la producción científica.

        Es el cuadro de barbarie tecnológica representa la amenaza más grande que se cierne sobre el ser humano al ser convertido por la ciencia en un conjunto de impulsos neurológicos y al considerar el alma no como elementos trascendentales de la individualidad sino producto de ese complejo mecanismo humano. Al reducir al alma humana a complejos mecánicos mentales, la ciencia propone echar por tierra no solamente las ideas platónicas de alma/cuerpo, sino la disolución del porvenir de la humanidad, el repensar toda la historia y la instauración de una civilización de androides. Se trastoca así el centro de la vida social y política. Para Paz el concepto o la idea de la persona debe ser el centro de toda esa reflexión toda vez que la persona "es el fundamento de nuestras instituciones políticas y de nuestras ideas sobre lo que deben ser la justicia, la solidaridad y la convivencia social". La libertad es una de las definiciones fundamentales de la persona humana. No hay persona si no hay libertad para decidir.

        Como dijimos al comienzo de estas reflexiones, la poesía está bien adentro en todas las reflexiones de Octavio Paz aunque a veces su pensamiento nos propone hilaciones que resultan llenas de iluminadoras paradojas. Pocos pensadores de nuestro continente se han adentrado, sin embargo, a reclamar con celo y ardor una defensa de la persona humana como la hace Octavio Paz. Defensa del erotismo como fuerza del amor y como puente hacia el amor y la vida. Las reflexiones expuestas en La llama doble: amor y erotismo, que estuvieron en los planes de Paz desde que comenzó a pensar el libro en una primera etapa en el 1965, nos demuestran su preocupación por iluminar todas aquellas áreas donde la sociedad se convierte en una amenaza para la persona humana a través de los instrumentos y mecanismos que han hecho posibles tales amenazas, llámense dictaduras, filosofías o paradigmas científicos. A fin de cuentas se trata de proteger lo más valiososo de nuestra civilización, la persona humana dotada de libertad que es el fundamento de todo el orden jurídico, las artes, y toda la civilización. La era de las grandes transformaciones tecnológicas amenaza con crear nuevos pagadigmas del amor, usurpando también el alma de las relaciones entre los seres humanos y convirtiendo el erotismo en mercancía más que en impulso creativo de vida y amor. Estamos, nos recuerda Paz, ante el reto más notable de nuestro tiempo que reclama una reforma del pensamiento contemporáneo de manera que volvamos a concebir a la persona humana como un ser único e irrepetible, de manera que se devuelva a la persona humana al lugar que le corresponde como "piedra de fundación del manantial de nuestra civilización".

        Diagnóstico de nuestro tiempo y utopía que se centra en recuperar el diálogo y volver a darle protagonismo al alma, uno de interlocutores más importante de ese diálogo. Como en otros ensayos, Paz deja las puertas de su pensamiento abiertas hacia propuestas diversas. Sus conclusiones son más bien invitaciones que no podemos dejar pasar. Después de todo la poesía ha sido y seguirá siendo, sobre todo en tiempos de crisis, un diálogo de la persona humana consigo mismo. Ya en Tiempo Nublado (1983) Paz había anticipado que vivimos en un tiempo crespuscular y que en reestablecer el dialogo entre moral e historia está el secreto de volver a dar vida a nuestras democracias. Se trata de sobrevivir y trascender, única misión legítima de los seres humanos. Como gran poeta ve en el lenguaje la dimensión donde debe encontrarse de nuevo el cuerpo y el alma escindida, el erotismo y el amor. A proyectar esa dimensión milagrosa y salvadora de la palabra dedicó toda su vida y su obra el escritor mexicano recientemente fallecido. La llama doble: amor y erotismo, nos deja convencidos de que cumplió cabalmente su misión del verdadero intelectual comprometido con su tiempo.

 

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