Segunda Parte

Ángel Maldonado

 

Memorial de otro tiempo

 

 

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Memorial de otro tiempo

 

Hoy la primera mirada del espejo 

fue penetrando silenciosamente 

la majestad del imborrable fósil.

 

Mi primera intención

fue rubricar los signos en tomo de mi casa. 

Porque hasta ayer tuvimos muy buen día 

entre llanos y lagos

y el invierno estará seguro adentro 

cuando afuera golpeen rondas glaciales 

y los reptiles caven su noche impenetrable.

 

 

 

Antípoda de oficio

 

El león me mira 

desde su mansa fronda,

sin impacien

sin siquiera

descubrir que divago por estos cotos

asechando la especie.

El león pronto sucumbirá

bajo los estallidos

de mi astucia guerrera.

El león ya no me mirará

desde su mansa fronda,

pero sus ojos siempre

hurgarán estas vísceras

de cazador derrotado.

 

 

 

Ceremonia

 

Después de varios años

de darle vueltas 

a la misma esquina 

descubro las palabras 

grabadas en el muro.

Me inclino 

honrosa, 

sigilosamente,

y rubrico mi nombre 

con oscuro ademán 

CONSAGRATORIO.

 

 

 

Ceremonial

 

He visitado este lugar tantas veces

que no recuerdo sus piedras ni su sol.

 

Es como si hubiera crecido con ellos

y estuviera eternamente enmarcado

en la vista del Cemí gigantesco.

Los visitantes tienen un rincón favorito

los árboles,

                las piedras

                                    el río o al comienzo

donde nacen retratos familiares

o el viuento que desteje olvidadas leyendas.

Mi lugar sin embargo

está en ese recuerdo que no puedo tener

en la fugada danza

                en ese juego

donde se verifica

                          mi sacrificio inminente.

 

 

 

Relación de testigos

 

No podré decir que fui el más grande 

de todos todos los aedas.

No hubo muchas tierras extrañas 

que conocieran mis versos. 

Pero tampoco fui el más olvidado. 

Algunos sabios de Antioquía 

leyeron mis Odas 

y encontraron  en ellas notables

                                 predicciones. 

Artemides hizo  su apología 

de mí persona en su Summa  Arabigus

Fui testigo 

del bardo ciego Eufrodes 

repitiendo mis cantos a orillas del 

Tirreno. 

Alguna dama 

debió sentirse satisfecha ante mis cantos. 

En un monasterio itálico 

encontraron un manuscrito mío 

bajo el título "Himno a la Noche".

 

 

 

La memoria es un río

 

Veinte siglos después

Ulises te recuerda 

a su regreso a los campos 

donde estuvo recogiendo frescas verduras. 

Aunque casi no son 

ni tus palabras ni tu idioma 

el aire campesino

que en este tiempo de noviembre es fértil 

en las abras utuadeñas 

las hermanan.

 

Después de todo, 

la memoria es un río de siglos 

y a su calor fluyen 

as aguas mansas de la poesía. 

Caen frescas, humanamente 

a nuestras manos 

germinando la vida 

como siempre ocurrió.

 

 

 

Eje de rotación

 

Mis estrellas nunca flotarán 

más allá de este espacio 

por el que peregrino. 

Mis estrellas 

nunca serán 

viajeras cósmicas 

ni auscultarán el fondo 

ocioso de esta mano.

Esta bola de luz 

devolverá el idéntico suceso 

con esa misma voz 

hurgando los fantasmas interiores.

 

En el fondo indecible 

de la nada

no existirá ese verbo 

que proclama 

inexactas verdades. 

Tan sólo latirá 

ese espacio preciso 

cuyas palabras siempre 

circulan la ventana 

donde un mismo paisaje 

se repite en la noche.

 

 

 

Reencuentro

 

Pronto se vuelve al fondo

donde dejamos  sin quererlo 

olvidada algún tiempo 

una palabra.

 

Volvemos a encenderla 

a acariciarla como quien 

se recuesta al silencio 

de la amada.

Nos ponemos las botas de alegría

la chaqueta de luz 

los guantes de amapola 

el libro bajo el brazo 

y cruzamos las calles necesarias.

 

 

 

Grillos

 

Con toda su intención

los grillos en la noche nos desvelan: 

se meten a silbar en los roperos 

escondiendo su rostro 

milenario

o se cuelgan absortos 

de las sombras.

Entonces nos taladran el silencio 

nos pulsan sus cabriolas 

y nos dan de beber 

el hilo alucinante de su música.

 

De esta manera van forjando el limbo 

la amorfa dimensión 

en que felices 

nos soñamos extraños vegetales.

 

 

 

Utuado, 1965  

 

Al final del camino está la lluvia

o no sé si al comienzo. 

Es posible que sea la existencia 

el trastocar encuentros

                    y que siempre 

nos estemos perdiendo en el olvido.

Sin embargo, 

es posible también 

que no estés tan lejana. 

                            Al final

o al comienzo

la vida encuentra un día como éste 

espacio elemental 

que nos revela 

las preguntas que siempre nos hicimos.

 

 

 

Regreso

 

Volví  por los caminos de la isla

para decirte un cuento

para hablarte de noches con lunas florecidas 

y mágicos secretos junto a un río.

Ya dejé el mar atrás

dejé todo el sollozo de la fuga en la orilla. 

La pregunta de fuego del cantil. 

Ya nunca volveré por la gaviota.

 

Será rumor tan sólo de memoria 

ese canto nupcial de la sirena.

 

Soy nuevamente hombre de la casa. 

Me verás con mi perro 

sentimental y huraño 

en el rincón más verde de la tarde 

remediando el olvido.

 

Y no será la fuga 

la canción de este tiempo 

ni enterraré mis versos como secas migajas 

del otoño.

 

Por aquí será siempre primavera 

y un cuento y una historia 

para hacernos felices.

 

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